La condena de una estirpe en una apasionante novela

Múltiples razones que no vienen al caso sustentan los prejuicios que muchos amantes de la literatura cultivamos actualmente respecto de esos subgéneros que ocupan su flagrante sitial en librerías y bibliotecas bajo los rótulos de "novelas históricas" y "realismo mágico". En rigor de verdad podrían utilizarse estas dos marcas (o estigmas, para algunos; o anzuelos comerciales, o garantías de entretenimiento y didactismo, para otros) para definir "Maldita sombra", que no oculta su localización en un sitio y pasado precisos -el colonial, en nuestra zona-, con cuidadosa atención a la verosimilitud de sucesos y detalles; ni oculta su adhesión a una visión integral de nuestra realidad, que incluye el delirio y lo extrasensorial, que desde luego no son invenciones de Gabriel García Márquez ni de Isabel Allende sino en todo caso de un continente que ya había inspirado en esa línea a los primeros viajeros escribas que tocaron estos mares y tierras.

Pero todo esto es escoria de la crítica y de sus inevitables contingencias. Lo que interesa en literatura es la renovada magia con que letras muertas clavadas en la página de un libro se transforman en elementos de pasión y seducción, y "Maldita sombra" lo logra desde sus primeros párrafos. "Maldita sombra" ostenta una escritura impecable, esa primera y veleidosa condición de la literatura, que parece negárseles sistemáticamente a los más promocionados autores de las letras argentinas actuales, a pesar del incansable tesón de sus productores y de los esforzados panegíricos de sus catedráticos ad láteres, y que en cambio rezumaba Roberto Arlt, a pesar de sus errores, o Copi o Manuel Puig, con todos sus arrebatados exabruptos.

La breve novela cuenta el cíclico infierno al que está condenado el hacendado Francisco Rodríguez Molina. A principios del siglo XVIII el joven Francisco inicia su fortuna ocupándose de la caza del ganado cimarrón, en la época en que se diezmaban miles de reses al día sólo para cuerearlas, a pesar de que la práctica ya estaba prohibida desde una centuria antes. La acción comienza con un intento de suicidio del ya maduro Francisco, después de días de insomnio y remordimientos. Tras echar a sus hijos legales, la novela se demorará en la relación de este malandado sobreviviente con un hijo extramatrimonial nacido de la relación con una india, y con la mujer que el poder clarividente de su herida abierta le anuncia, encegueciéndolo de deseos.

Fernando Marchi nació en 1975 en Santa Rosa de Calcines, localidad en la que continúa viviendo. Se desempeña en medios radiales y televisivos y como colaborador en el Departamento de Cultura de la comuna de Santa Rosa.

-¿Cómo presentarías a tu novela. "Maldita sombra"?

-Fernando Marchi: -Ante todo aclararía que sucede en un tiempo diferente, ajeno, pasado, desarticulado del mundo posmoderno. La novela está ambientada a mediados del siglo XVIII en tierras montaraces de Los Cerrillos, en el corazón de la ribera santafesina. Es una oportunidad de reconstruir la historia no desde el rigor científico, más bien a partir de la proyección creativa, un encuentro con personajes dotados de un espíritu mágico, sobrenatural, una mirada sobre el mestizaje de sangres y culturas, tan típico en la realidad de toda América latina.

Una madrugada de fines de verano Francisco Rodríguez Molina se abre de un disparo un boquete en el pecho. La sombra maldita en la que se convierte, naufragando entre la vida y la muerte, signa el destino de toda la estirpe, que se ve condenada a contemplar su apogeo y decadencia.

Es mi primera novela. La escribí entre junio y octubre de 2001 para presentarla, en noviembre, a un concurso organizado por la Subsecretaría de Cultura de la provincia. No figuré en el veredicto. Desde entonces y hasta mediados de este año circuló el manuscrito y un par de copias entre un grupo de amigos y conocidos, previo registro en la Dirección Nacional del Derecho de Autor (con este tipo de andanzas más vale ser prevenido). Hace tres meses la obra fue publicada en una tirada limitada de 250 ejemplares, con edición conjunta, mía y de la Comuna de Santa Rosa de Calchines.

-¿Qué viene después de esta novela?

-Ya vino. Acabo de culminar una segunda novela, inspirada en un hecho real que conmovió a la opinión pública del país en la década del '30, un caso de antropofagia brutal, salvaje, sucedido en la zona de islas santafesinas.

-Supongo que es el mismo caso del que se ocupa José Luis Víttori en su cuento "Aparicio". ¿Ya tiene editor ese nuevo texto?

-Hasta ahora duerme en un cajón. Lamentablemente, publicar hoy en Argentina es casi una utopía, con más razón si se es, como yo, un perfecto desconocido.

-¿Cómo es tu relación con la literatura?

-Crecí leyendo y escribiendo. Me parece una actividad natural y para nada forzada. Lectura y escritura cierran un círculo. Quien no lee difícilmente pueda escribir. Alvaro Torres de Tolosa dijo que la vida es la confesión de lo que deseamos y estamos condenados a obtenerlo. Ser consecuentes con nuestros deseos puede llevarnos al horror o al éxtasis. Me produce mucho placer la literatura, porque a través de ella experimento la libertad.

Como escritor me gustaría llegar a infinidad de lectores, que ellos vean lo que vi, que oigan lo que escuché, experimenten los aromas, las texturas, los sabores y las sensaciones que probé en el uso de la imaginación. Sólo resta encontrar, en el momento indicado, a la persona adecuada que confíe en mi obra para darla a conocer y hacerla crecer. Es como el destino que todo padre ansía para sus hijos.
Fuente: El Litoral