Más de cincuenta estudios señalan que el factor que más correlaciona con la violencia social es la desigualdad. Las políticas públicas centradas en el fortalecimiento de la policía no han sido efectivas en ningún lugar del mundo. La desigualdad no es la única variable que incide, hay otras, pero es la de mayor peso en todo el mundo.
Esto ocurre porque las sociedades que se pretenden democráticas (no estamentarias) plantean en lo formal las mismas metas para todos, pero en la práctica sólo algunos las pueden alcanzar.
Una verdadera obsesión en los asaltos violentos es el robo de zapatillas de marca que cuestan entre un tercio y un cincuenta por ciento del salario mínimo. Es decir, no se trata simplemente de arrebatar un par de zapatillas, sino de robar una porción de prestigio social.
En contextos tradicionalmente pobres, la miseria no genera delitos, ya que no hay una gran distancia entre lo que una persona desea y lo que posee. No podrían aspirar a otra forma de vida porque no la conocen o porque no se creen con derecho a acceder a ella, además de que no habría a quien robarle. Es por ello que el problema de la inseguridad expresa la tensión entre democracia y desigualdad. ¿Hasta qué punto podemos seguir hablando de democracia sobrepasados ciertos niveles de inequidad?
Desigualdad y violencia social realiza un diagnóstico del problema a la luz de numerosos trabajos científicos existentes y propone una serie de medidas estructurales y de rápida aplicación que han demostrado ser efectivas en otras partes del mundo y que fueron presentadas por la autora en el Senado de la Nación ante legisladores de distintas extracciones políticas.
Los países europeos con menos violencia tienen coeficientes más bajos de desigualdad y cuentan con subsidios o variantes de la renta universal que permiten garantizar a todo ciudadano bienes básicos para la vida, más allá del gobierno de turno, del aumento de precios y de las tasas de desocupación.
El libro analiza algunos casos particulares detrás de las estadísticas, los delitos de cuello blanco y otras variables relacionadas con la violencia como las armas de fuego, las cárceles, las drogas y la inseguridad generada por la policía.
Todo un capítulo está consagrado a reflexionar sobre el concepto de pobreza, que es más complejo de lo que aparenta a simple vista, puesto que en las sociedades democráticas la desigualdad se expresa en la idea de pobreza relativa. También se analizan las causas estructurales de la inseguridad, que se vinculan con el núcleo duro del capitalismo, y se pone a consideración otra forma de organización social que está presente en prácticas existentes como el cooperativismo o los presupuestos participativos.
Más allá del tema puntual de la violencia social, este es un libro de teoría política. Sugiere formas de organización social que permitirían profundizar la vía democrática a través de una justa distribución de la riqueza, modelos autogestionarios de administración, complejos equilibrados de trabajo y remuneración acorde al esfuerzo y al sacrificio.
El libro: Desigualdad y violencia social: